sábado, 21 de junio de 2014

Una visión demasiado carlista e inaceptable de la Historia de España.



Si queremos ver volver a tener un verdadero Rey, una verdadera aristocracia, un reparto familiar de la tierra y de la producción, si queremos volver a estar ligados entre nosotros, los ciudadanos, según lazos indelebles de la sangre, la historia y la solidaridad, es necesario que renunciemos a este siglo. No renunciar según la revolución. No renunciar por la rebeldía violenta. Es hora de quemar el presente en la hoguera del futuro, pero no con escopetas ni ideología. La resurrección de España supone que los que quieran cambiar empiecen a conspirar su propio futuro.

Vivimos en una ciudad que no nos es ajena. Si el capitalismo, el estatalismo, el socialismo de mercado, la oligarquía y la cultura de la muerte es soberana, nosotros indudablemente somos sus súbditos. Es una locura pensar que no somos súbditos de Felipe VI y la democracia. Que no nos guste no significa que no estemos sometidos. Y la única manera de cambiar las cosas es cambiar la sociedad. Han pasado años desde aquella primera guerra carlista. Dos guerras civiles acometieron los fieles al Rey que le correspondía legalmente y legítimamente el trono. El problema es que esos años han pasado, y una familia usurpadora se ha hecho la legítima gobernante de nuestro país. Vendiendo su corona, se ha puesto al servicio de dictadores y políticos. Su derecho de gobierno no está en su mejor momento, pero nosotros como pueblo no estamos tampoco en una época de rosas.

Es indudable que ya somos muy pocos. Es indudable que los enemigos ya no vienen desde fuera, sino que han socavado nuestras casas y han puesto en nuestra contra a nuestros pastores. Por ende, los colegios donde vuestros hijos estudian, sean católicos o no lo sean, les enseñan que el único soberano es el pueblo. La fe se ha convertido en apostasía general. La solidaridad en propiedad egoísta. El buen derecho en tiranía escondida. Por eso llegan tiempos de cambio. En cierta manera porque la sociedad está tan llena de “mierda” que nos ha llegado a nosotros. Ahora no somos los carlistas, los golpistas, los monárquicos... somos el pueblo en su misma situación de decadencia. ¿Pensáis que 175 años de liberalismo no han llegado a vuestras cabezas? ¿Pensáis que citar a San Pío X os va a librar de estar imbuidos en los errores de nuestros compatriotas? Ha llegado el momento del cambio, ha llegado el momento de levantarnos del parlamento.


Es momento de que empecemos a desligarnos de esta España muerta haciendo surgir una nueva España. Una España que ya no puede ser la de los Reyes Católicos, la de Felipe II. Esa España es la que ahora está muerta. Ha durado un tiempo, ha tenido su edad de oro y su decadencia. Ahora es tiempo de otro, es tiempo de reforma. ¿Cómo realizar esa reforma? Creando instituciones nuevas, renunciando a la propiedad egoísta entre nosotros, buscando nuevos aristócratas, fundando comunidades. Si una parte de la ciudad se hace tan nueva que no puede integrarse en el resto de la sociedad, está queda automáticamente erigida como enemigo del régimen anterior. Ahora el carlismo es asumible que exista. Tenemos que ser tan radicales y a su vez tan relevantes que no podamos ser más que perseguidos. No podemos seguir en el sistema como si tal cosa. No podemos ir a los montes tampoco. Hay que hacer de la ciudad nuestro monte. Hay que educar a los hijos conforme a esta nueva situación. Renunciar a los vicios de liberalismo de forma real. Renunciando a la democracia y erigiendo, no un Rey pero sí un líder que pueda ser, si en el futuro recibiera legitimidad desde el Cielo y el Pueblo, coronado Rey. No confiemos en antiguas familias. No confiemos en la democracia y en sus estilos de vida. El cambio requiere ruptura. No revolución pero sí contrarrevolución. Hace tiempo que estamos en guerra. Es hora de que nos demos cuenta de qué batallas nos tocan. El parlamento es suyo, pero nuestras son las vidas que nos ha dado Dios. De ellos depende la coacción. De nosotros depende la radicalidad.

miércoles, 18 de junio de 2014

Proema (III)

Imagínate que soy tuyo. Que nada de lo que me queda y ni mi cuerpo puedo usarlo sin tu permiso. Que mis ojos ya no puedan mirar sin verte en  las pupilas. Imagínate que el mundo se me cierra y quedas tú en medio de las páginas. Imagínate que te pierdo en todo eso. Imagínate que me quedo sin tí después de esto. Que soy un vagabundo, un errabundo sin destino. Imagínatelo. Yo lo hago y me da miedo. Que me poseas es un riesgo. Poseerme es la muerte. Yo te pierdo. Yo me pierdo. ¿Que me quedaría? El abismo del peñasco. 

martes, 17 de junio de 2014

Proema (II)

Me pregunta mi sombra porqué sigo arrastrando esta vida. Yo le contesto que quien lleva esta carne sabe lo que vale la vida. Es que las sombras son sombras, baratijas de luz. Viven en la ignorancia. No saben lo que es la transparencia. Viven racaneando a los cuerpos su ausencia opaca. ¡Qué se calle la sombra! ¡Luz, ilumíname! ¡Soy tuyo! ¡Soy tu esposo querido! ¡Qué la sombra muera! Yo soy inmortal.

lunes, 16 de junio de 2014

Proemas

Lo mío es la noche. No las discotecas. No la farra y las drogas. Eso no. Lo mío es la noche cuando está en silencio y no hay coches en la calle. No la noche del campo, cuando las praderas y el bosque despiertan en sueños. Lo mío es la noche de los barrios residenciales. No la noche de los prostíbulos. A mi me gustan las borracheras solitarias, cuando te llevas el vaso de whisky a la boca y sientes el hielo en los labios y te fumas un “piti”. A mi me gusta mirar por el balcón cuando la calle está vacía. Me gustan los semáforos inútiles de la madrugada. Me gustan los recuerdos oscuros, el fracaso de un tiempo pasado, me gustan las conversaciones dramáticas, me gustan las peleas nocturnas, las broncas purísimas, que tienen violencia elegante. Me gusta el beso cuando estoy en las nubes del whisky. No antes. Me gusta el tú a tú. Me gusta perderme en la tierra, obviar las estrellas.

viernes, 14 de marzo de 2014

La máscara profana

Tríptico de Hieronimus Bosco

El mundo que queda por mirar,
la máscara no lo está mirando.
El dentro puro es lo que mira.
Se mira adentro y ve una muerte muerta
rasgada en la tragedia. No imagina
la cruz sin nombre, una cruz que rompa
en el abrazo ligadura y nudo.
Romper el horizonte con la línea
secante de madera, con un grito,
con tensas lágrimas de madre muerta.

jueves, 13 de marzo de 2014

Los vivos-mediomuertos

Los recuerdos pueden ser más que heridas en el corazón. Pueden ser una puñalada del tiempo.
Recuerdas que los años de la infancia fueron felices, pero... ¿hubo algún terrible momento de miedo que te dejó paralizado? ¿Y ese niño, de 6 años, se quedó allí para siempre, como muerto y vivo? ¿Quedó cristalizado en los recuerdos de un mundo que ya no existe? Y sigues viviendo, con el niño a cuestas, medio vivo, medio muerto. Está tan vivo en los recuerdos que se mueve como quiere por tus ojos, por tu mente. No teme vivir con todo lo que tu le proporcionas. Es un niño voraz de realidad. Está asustado. Está aterrorizado por esa bronca de sus padres, por esos abusos en el colegio, por esa niña que le tiró al suelo. Sí. Tienes un niño que sigue asustado tan dentro de tí, que cuando miras en el presente a las personas, aunque sonrías, se aterroriza y te hace retroceder continuamente hacia un muro de torturas. Continuas la vida cargando con ese niño por dentro, rechazando los recuerdos, cuando lo importante es (perdona que me meta en tu espíritu) que pienses sin miedo en aquel pipiolo. ¿Qué quiere un niño asustado? Que le acaricien, que le den de comer una buena hamburguesa en el McDonalds, que jueguen con él... Y tú sigues ignorando tu inconsciencia. Si quieres, puedes seguir afanado en servir a un mundo que no existe. Pero ese niño está grabado en tus entrañas. Tómalo. Abrázalo. Y entonces... todo... acabará...

miércoles, 5 de marzo de 2014

Suspiro de la noche oscura

Detalle del rostro de Jesús
El Greco
El fuego de este alma está encendido.
Cerilla y mar de luces, fuego cósmico
que alcanza a esta noche y la ilumina.
La noche oscura y el Vívere Sagrado,
que viene en la Paloma de sorpresa.
Hay algo que libera a esta alma
oculta entre sus partes medio rota.
Hay algo, un fragor, un medio-grito,
silencio clamoroso, este milenio
que muerto y enterrado ya no habla.
El fuego de una cruz que está quemando
la existencia. Vorágine absoluta.
Clamores momentáneos en el mundo,
preludio de la eterna carcajada
que viene del futuro, para siempre.