lunes, 30 de septiembre de 2013

Mirada poderosa

Anunciacion
Fra Angelico

Mirada poderosa que derrota
el alma en el suspiro de la noche.
Así miran Tus ojos frente al mundo,
vacío de esperanza por los muertos.

Metidos de cerveza en el Infierno,
las calles se han perdido de basura.

¿Quién limpia el suelo del rastrojo muerto?
¿Quién salva a los ruidos del silencio?
¿Quién pierde la cerveza sin mentiras?
¿Quién muere en la vida los amigos?

Mirada poderosa de la noche,
tu limpias, salvas, pierdes y te mueres
por los borrachos de la fiesta falsa.

Un nuevo día que se acerca cauto
por aquel horizonte sin estrellas
fundando esa luz de tu milenio,
mudando de alegría y de tristeza.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Madre mía


 PINTURA MADRE - NIÑO DE PICASSO


A Elvira Díaz Lorente

Los páramos de siempre y olvidados
son tuyos, madre mía de mis ojos.
La soledad de pájaro sin vuelo,
la muerte, te ha hecho presa sin saberlo.

Pero yo, madre mía, yo te salvo,
cabalgando con las riendas mi silencio.

Que nadie se interponga en mi camino
si corro a tu presencia con mis pasos,
que mato con la espada de mi nombre,
que mato con la espada de mi sueño.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Tu memoria


A Cristina Sánchez Moreno 
y nuestros amores olvidados

Te besaría a tí con todo el alma
si no tuviera veinte de fisura.
¿Memoria, por qué guardas todavía
mis pasos, mis dolores, cuesta arriba?

El velo de los grises más vitales
se rasga en el recuerdo de tu nombre.
¡Recuerdos de tus manos por mi vida!

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Manifiesto de los amigos de paseo


ENCUENTROS-BAR-BARES-AMIGOS-PINTURA-PINTURAS-ERNEST DESCALS-PINTOR
Amigos en café
Ernest Decals

¡Rechazo coberturas de la carne,
coberturas de mi espíritu olvidado!
¿Quién mira al espíritu olvidado?
¿Quién ama la obsesión de un pobre loco?
¿Quién pierde todo hueso por mi nombre?
¿Quién duele en mi dolor toda mi muerte?

Mis monstruos son la espada y el escudo,
amores imposibles en batalla,
los valles de esta muerte dolorida,
mujeres que no aman mis palabras.

¡Os digo la verdad, que es esta pena, 
la pena de un amigo de paseo,
corazón regalado a los cualquiera!

martes, 27 de agosto de 2013

Soy duro, lo sé


Fuente de Duchamps

Yo también soy un maestro de las apariencias. Hace tiempo que renuncié a dar mi verdadera cara a los demás. Hasta hace poco. Por eso, me imagino que odio tanto “el postureo” y el “gafapastismo”, al snobismo y la adicción al decoro y las buenas maneras.

Un ejemplo es el mundo pijo-universitario. El pijo-universitario comienza el día con el “guasap” y termina la noche con el “guasap”. No puede evitar salir de casa sin soltar miradas salvajes a demás chicas de su especie. Intenta ligar o “caer bien” al menos. Se pasea por la universidad buscando fumarse un cigarro con un amigo salvaje que aparece entre los pasillos de la biblioteca. El pijo-universitario finge tener una sonrisa de oreja a oreja, coquetea con todas las chicas del patio y ninguna le echa cuenta. Se para a hablar con cualquiera, ávido de una conversación plastificada. Se echa al tiempo, para que le conduzca a historias interesantes, a nuevas amistades rellenas de crema barata de repostería. “Caigo bien”. Ríen por fuera y se lamentan por dentro.

Algunas personas conocen ya mi pasión por la crítica mordaz  y ácida al “cursi gafapastas”, que nadie le ha dicho que de culto y de sabio no tiene nada. Tiene la pinta de un “gilipollas” que no puede ni con su rostro. Llevarlo encima, digo, llevar encima tanta mentira y patetismo entre las cejas, la barbilla y la nuca. El “gafapastas” vive un mundo de ficciones que no existe. Es una especie de adicto a la vida “chupiguay” del dinero, la televisión, Internet y el activismo político. Lo mismo te defiende el aborto que te lo critica. Es un acérrimo defensor del voto. Es un pésimo representante de la dignidad humana. Lo digo porque habla mucho y hace poco. Eso de la “generosidad” está muy bien. Para el hombre, piensa, pero no para mí. ¿Yo, dar mi dinero, mi tiempo, mi vida... por los demás? Se ríe. Es para verlo. Lleva pulseritas en la muñeca en contra del racismo pero es incapaz de hablar con el negro que pide en el semáforo. “¡Ah no, no tengo dinero, perdona!”, dice.

Soy duro, lo sé. Pero no opinéis tan rápido aquellos que no me conozcáis en esta faceta violenta. En verdad, soy duro conmigo mismo. Yo soy así en parte. Yo soy aquel que se dedica a pasearse por los pasillos, yo soy aquel pedante gafapastas que no puede dejar de quedar como un "culti-capullo". Yo soy el primero que vivo el mundo de la comodidad y me quejo si me ponen ensaladilla rusa en la comida porque la odio. Soy duro, lo sé, pero lo soy conmigo mismo también.

No puedo evitar preguntarme si podemos seguir viviendo entre tanta tontería. Vivimos nuestra vida como si fuera un juguete. Como si pudiera permitirme vivirla en broma, como si fuera eterna aquí en la tierra. Os lo digo muy claro, pues llevo varios días pensando profundamente en esto: la vida se acaba en el momento menos pensado. No es que haya que aprovecharla. Frente a la muerte no vale el dinero, el rendimiento introspectivo o alguna suerte de palabreja de auto-ayuda. La vida ha de ser el reflejo de algo más grande. Muchos empezamos el curso en pocos días. Otros ya estáis en medio del trabajo, la alegría y la mierda diaria. ¿Qué haremos con nuestra vida a partir de mañana? ¡AMAR! ¡QUERER! ¡COMPARTIR! ¡BESAR! ¡CORRER! ¡LLORAR! ¡SUFRIR! ¡Vivir una vida autentica! Que no es vivir con una plenitud emocional parecida a la de los anuncios de colesterol. Hablo de responsabilidad, de amplitud de miras, de cuidar de los amigos, de sacrificio, de holocausto, de fuego, de morir por los demás, de estudiar, de rezar, de adorar a Dios, de compremeterse por nuestro país, por nuestro pueblo. Hablo de renunciar a la piedad pija del católico piadosillo que el domingo va a misa y el lunes se harta de criticar. Hablo de renunciar del mundo, porque no pertenecemos a él los hombres libres, y sacar a todos nuestros amigos de la mierda de un ambiente que se va al carajo. Soy duro, lo sé. 

viernes, 23 de agosto de 2013

Paisajes de tempestad y de agua

La vuelta al colegio
Jesús Sanz

Ver un paisaje lluvioso es una de las experiencias más conmovedoras. Las gotas que caen del cielo regando el cemento o la hierba; el barro ensuciando los zapatos; los pies empapados; el pelo mojado y la cara cubierta de gotas de lluvia. Ver un paisaje lluvioso es sentir la naturaleza en tu cuerpo; andar hasta la desolación y la luz; hundir tus pies en el asfalto y la tierra; caminar hasta donde no hay rumbo, pensando en que será de ese mundo decadente y perdido; cantar bajo la lluvia y que piensen que estás loco; deprimirte por el futuro y amar el presente de manera desconsolada. ¡Tocar! La lluvia y pasear son dos realidades hermanas en la mente de Dios.


A veces puede parecer que ver llover desde casa, tras una ventana, es mejor. Es verdad que es más cómodo, pero no más real ni más bello. La lluvia hay que tocarla con los dedos de los pies y de las manos. Para saber que es la lluvia hay que mojarse. Del mismo modo en que el frío no se mira, sino que se toca; la lluvia hay que resfriarla por dentro. Si miramos el frío, lo que vemos es el hielo, las partículas que dejan de agitarse por falta de energía térmica. Si miramos la lluvia, solo vemos el agua. El invierno y el otoño son contextos que se viven en la piel y no en la retina. Para conocer la esencia de las cosas es necesario acercarse. Para saber qué es un cuchillo, hay que cortar cebolla o acuchillarse. El paisaje lluvioso es lluvioso porque está mojado. El hombre lluvioso es aquel que no corre por miedo a resfriarse. Si corre bajo la lluvia es porque danza al cielo y lo disimula. Si corre bajo la lluvia, ama el agua y quiere más gotas en su rostro.  

Por eso, son los niños los que saben de verdad cual es la naturaleza de la tempestad y del agua. No dudan en ignorar a sus padres para jugar al balón bajo la lluvia y mancharse de barro. La ropa sucia y la fiebre no entran en la risa de un niño bajo la lluvia. Están horas y horas en la orilla de los mares., haciendo diques de arena. Los adultos, que temen la humedad y el silencio, permanecen bajo el techo o en la arena caliente, hasta que el calor o el paraguas les alcanza. Los niños sencillos, que quieren jugar, les da igual resfriarse.

miércoles, 21 de agosto de 2013

¿Qué me enseñó mi abuela?


Mi abuela era una de las mujeres más guapas que he visto en mi vida. La recuerdo como la conocí: una señora con el pelo blanco y rizado, unas mejillas hinchadas de sonrisas y un vientre grande que dio a luz a siete hijos. A plena vista era la transfiguración de una vejez que no es vejez siquiera, pues podían pasar 80 años y el pelo blanco no diría nada en contra de su belleza más oculta. Era la feminidad engendrada. Nada de feminismos machistas ni de mojigaterías. Mi abuela no era tonta sino una mujer de verdad. Mujer de esas que toman la vida “por los cuernos” y se hacen respetar no por el “mal genio” sino por la capacidad que tienen de amar a los demás y de hacer la vida agradable a los que tienen a su alrededor.

La echo de menos a cada segundo que pasa. Y el problema se agrava. Si recuerdo aquellas veces en las que no fui a verla porque estaba aquí sentado, frente al ordenador, no puedo evitar sentirme culpable. Estaba en la casa de al lado. No puedo disfrutar ahora de su presencia, de sus años, de sus enfermedades, de sus ojos y sus manos suaves. Ahora está oculta tras un velo de muerte. Pero no me interpretéis en clave trágica. Todo velo se desvela. Cuando me llegue la hora, no habrá tragedia para mí. Veré a los muertos, pues seré uno de ellos. Y en verdad, estaré más vivo que los que campan por la tierra. Hoy no hablo de la irreversibilidad de la muerte o de la vida eterna.

Mi abuela me enseñó muchísimas cosas. Entre ellas la belleza que tiene no hablar mal de nadie. Decía un sacerdote amigo de la familia que nunca le oyó soltar una crítica a maldad. Pocas personas pueden presumir de eso. Yo no puedo. Sin embargo, lo más valioso me lo enseñó en el ataúd.

A mi abuela la vi muerta. Primero en el hospital, por la mañana, al enterarnos que había fallecido por la madrugada. El día anterior había tenido una parada cardiorespiratoria. Mi hermano y yo habíamos recorrido media España para verla. Y llegamos al garaje cuando sonó el teléfono. “La abuela está en parada...”, dijo mi padre. “¡Ay mi madre, pobrecita... mi madre!”, lloraba su hija. Mi hermano y yo no pudimos evitar echar unas cuantas lágrimas. Y no me da vergüenza decir que yo lloraba como un niño pequeño. No se me olvidará jamás aquel contraste entre los minutos anteriores y aquel preciso instante. Por un momento pensamos que saldría adelante. No fue así. El fiasco de mientras llegábamos al hospital se extendió durante todo aquel día. Mis tíos, mis primos llegaban. Todos a lágrima tendida. Era mi abuela, la santa, la más buena de la familia, la que se estaba muriendo. La que parecía inmortal, aun con los trotes de la vida, estaba muriéndose.

La vi muerta en la cama del hospital al día siguiente y, también, en el tanatorio. Allí estaba: muerta. Antes viva. Ahora no. Puede parecer evidente, pero cuando lo vives no se hace tan lógico. ¿Por qué se muere la gente? No lo sé. Lo único de lo que estoy seguro es que vivimos esta vida con un final. Siempre pensamos en la muerte como algo patrimonio exclusivo de los demás y del hombre en general. ¿Pero morirme yo? ¿Qué hacer con la vida cuando experimentamos que dentro de unos minutos, unos días o unos años estaremos muertos? Esa pregunta me la enseñó mi abuela. En el ataúd. Hoy hace un año y siete meses de su muerte. La echo de menos. Ya no está conmigo. Las tonterías de “está contigo cuidándote”, a mi no me sirven. Estará en el cielo mirándome, pero yo estoy aquí, sin ella.



domingo, 18 de agosto de 2013

¿Era un ángel o un simple mendigo?


Juan es de esas personas que te sorprenden. Tiene un testimonio de fe mucho más fuerte que el mío propio, por ejemplo. Yo lo tengo todo y, un buen día, Dios me ayudó a mejorar (y sigue haciéndolo). Pero a mi alrededor tengo miles de comodidades. Puedo plantearme a Dios como un hobby, y eso es lo que muchas veces hago. Juan, sin embargo, es un hombre que vive en la calle. Un hombre desdentado, que viste ropa sucia, con problemas con la policía a veces... El prototipo de un sin techo que se ha visto envuelto en la dureza de la vida y en los errores que ha cometido con sus seres queridos.

Juan ha pasado por la cárcel y por las drogas. “Me han dejado muy tocao”, dice señalándose la cabeza. Tartamudea un poco, es contestón y algo lento para comprender cualquier cosa. Él lo sabe. Las drogas son un camino del que no se sale sin ningún rasguño. Siempre hay algo que queda, un dolor, un mal recuerdo, un hígado “echo porvo”, un tabique-sin-tabique. Pero cuando conversa con alguien, no cuenta su historia con vergüenza. De hecho, la cuenta sabiendo que él ha hecho muchas cosas mal, pero que también está saliendo adelante. Narra su vida recordando que ya no coquetea con las drogas, que algo de vino si le gusta pero que intenta portarse bien.

Juan es un hombre de la calle y como tal, tiene los “prontos de la calle”. Sus nervios, sus enfados, sus “lloreras” son sus gestos más propios. “El otro día me metió una patá un policía porque estaba durmiendo en er río y le metí un botellaso...”, me contaba a la entrada de un convento. Es una persona muy normal. No crean que les estoy contando la historia de un “santito”. Habitualmente tales “santitos” no lo son tanto. Estoy hablando de un hombre de carne, hueso, pecados y glorias. Un hombre con las mismas tentaciones o peores que cualquiera. Un hombre que durmiendo entre cartones eligió a Dios por encima de su propia vida de sufrimientos y de cárcel.

Llevaba tiempo observándole. Vamos al mismo grupo de oración. A mi me sorprendía muchísimo sus rezos. No hablaba con la típica “beatería” que odio, sobre todo, porque me he criado sin tonterías. Era una oración sentida, poderosa, que gritaba con voz potente una sola cosa: “¡Gloria a Dios!”. Una persona que sufre tanto, que no puede resguardarse del calor sevillano de las cuatro de la tarde; una persona que no tiene más que una maleta con cuatro cosas regaladas; una persona así, ¿cómo puede empezar a rezar proclamando con todo su corazón, con toda su voz, una alabanza a Dios y no una petición? Podría pedirle una casa, un poco de dinero para vivir el día a día, una muerte rápida... pero se seca las lágrimas de los ojos, se pone erguido, aunque tiene un traumatismo en el costado, y grita “¡Gloria a Dios!”.

A mi eso me dejó conmocionado. Yo siempre pidiendo, quejándome, viviendo para mí, esperando que los demás me agraden, me llamen, me quieran... y sin embargo, alguien que lo pasa peor que yo porque lo ha perdido todo por sus errores o por las dificultades de la vida, se levanta y glorifica al Señor, da testimonio de la grandeza de Dios y la fidelidad de su Amor. Con voz potente. Con la seguridad de quien ha visto un milagro. Una fe tan sencilla sobrepasa el histrionismo y la fe superficial de muchos que intentamos ir todos los días a misa por obligación. El pequeño publicano que denuncia sus propios pecados a Dios frente al fariseo que se alaba a sí mismo.


Llevaba varias semanas queriendo hablarle. Y ayer lo hice. En seguida nos interrumpieron. Iban llegando conocidos al convento. Sin embargo, los 2 o 3 minutos me enseñaron una gran lección de vida. Vi con claridad la fuerza de ayudar a los pobres y a los que sufren. No desde la condescendencia. Dios puede compadecerse, pero ¿yo puedo? Si soy tan miserable como cualquiera. Cuidar a los pobres de igual a igual, porque en lo material o cultural seremos distintos (incluso mejores), pero en el espíritu, que es lo que importa, algunos nos dan tres mil vueltas.  

martes, 16 de julio de 2013

Poética existencial

Escribir es siempre
una protesta contra alguien
que no quiere ni escucharte
cuando estas mas solo que la una.

Publicar es una terapia de grupo
de los que no encuentran su lugar
porque nadie los acepta.

Publicar es como exponer la mierda,
simplemente porque es la propia mierda,
simplemente porque es tan malo
pero tan tuyo, que da igual.

Escribir es pedirte un poco de atención,
es un ramo de rosas que solo veo yo.
Publicar es regalarte mi visión
con un beso que no toca
ni la mejilla ni los labios.
Publicar es un beso amargo,
es un grito, el grito de Munch,
el aviso de suicidio
sino existiera Dios por medio
que sujeta haciendo trampas
la horca y la hoguera y la pistola.


domingo, 14 de julio de 2013

Profeta


Mi vida ya no es mía,
ni de los dientes italianos,
ni del suelo mojado por la lluvia,
ni de mi propia angustia...

Ahora soy enteramente tuyo
y del resto de hombres y mujeres
por tu propiedad mundana de mi vida.

Ahora mi silencio es tu silencio,
mi llanto es tu llanto flagelado,
mi andar es tu camino recorrido
por las praderas de tu nombre.

Soy ahora tu poeta y campesino,
tu labrador ensimismado
tu lanza que conquista

Y por los siglos te serviré a ti, Señor,
sin que mis enemigos puedan herirte,
porque a tu coraza de milenios 
no pueden humillarme.

Soy un rey con un ejército de vivos,
soy un rey de ángeles coronado,
soy el rey de tus amores,
el que coronará a los gentiles tu Presencia.

Y no soy el único rey.
Muchos irán conmigo para verte.
Serán más grandes que yo.
Así mi vida terminará en un suspiro,
de pellejos morirá mi cuerpo tuyo,
y aún así venceré sobre mi muerte,
en el triunfo de tu Pueblo para siempre.

viernes, 12 de julio de 2013

Hay cerdos en Pamplona...

Los casos de abusos sexuales en las Fiestas de San Fermín están en boca ahora de todo el mundo. Mujeres que en los hombros de algún amigo (o novio) se ven asaltadas por una marabunta de animales con forma humana tocando lo que no es muy recomendable tocar, al menos, en público. No voy a entrar en la polémica sobre si fue un acto voluntario o no de las mujeres. A mi, aunque parezca menos importante para muchos, lo que me preocupa es el buen nombre de San Fermín.

Fermín de Amiens fue un mártir que perdió su cabeza (literalmente) por predicar a Dios a muchos hombres. ¿Y dedicamos su fiesta a la asquerosa bacanal? Los hombres bebiendo como cosacos, sin la medida de una borrachera santa, propia de católicos. Los hombres bebiendo para invitar a las mujeres a ser tocadas, a ser vejadas, a ser sacrificadas a San Fermín. San Fermín, un santo católico que rechazó el paganismo, ahora se ve como el centro de una fiesta pagana más en la piel de toro. Y habrá todavía gente que se dedica a rezar en las iglesias a San Fermín en este tiempo tan oscuro. En ellos está la esperanza de Pamplona.


Y no digo que en los sanfermines no haya que beber, no haya que bailar y no haya que correr delante del bravo toro. No digo que no haya que pasarse un pueblo o dos. Lo que digo es que entre una fiesta un poco desmadrada, y el desmadre de mujeres en bolas hay mucho. Y seguro que a Dios no le gusta mucho todo este royo de pornografía pública. Seguro que perdona continuamente pero nos mira con mucha pena, viendo como profanamos el nombre de un Santo, el nombre de uno que murió con Él y compartió con Él la cruz bendita.

domingo, 23 de junio de 2013

Una confesión en prosa poética (I)

¿Creéis en Dios? Escuchadle. Está en los arroyos de excrementos en las ciudades, en los bajos fondos, donde los niños comercian con la droga de sus padres, en la mente de los locos, de los depresivos, de los ansiosos y los enfermos. Allí está Dios. Hay quienes piensan que esta es la demostración por la cual Dios no existe. Esos son los que no han mirado cara a cara al dolor. Les ha apuñalado, les ha arrebatado un ser querido... pero no lo han mirado cara a cara. Cuando miras al dolor cara a cara, al Mal, ves en sus pupilas, en el fondo negro sobre fondo negro un pequeño resplandor. No es físico. No soy tonto. Se que el dolor no tiene un rostro material. Me refiero a esos ojos que se muestran cuando la carga del dolor es tan insoportable que queda solo la muerte o un milagro. Pocos a pasado por ahí. Cuando te encuentras con ese rostro de mala muerte, con Satanás en persona, con tu propia miseria y los gusanos comiéndote el estómago y la cabeza... solo ahí puedes ver el resplandor del que te hablo. Yo lo vi una vez. La pupila era negra, negra, negra. Es negra todavía a ratos. Pero había un resplandor. Ese brillo refulgente era Dios. Y no magia. Y no un milagro. Mi milagro. Dios en la mierda de los hombres, la última salida antes de caer por una autopista que no está terminada.  

domingo, 16 de junio de 2013

Diamante

La mano de Dios
Auguste René Rodin
Un diamante, si es diamante,
antes de serlo no puede parecerlo.

Un diamante, como tú,
no es diamante primero,
pues las cosas que empiezan bellas
terminan al horror de la vejez.

Un diamante, como tú,
es carbón por fuera,
negro y de tierra,
regalo roto de los reyes.
Ni carbón dulce,
ni carbón de barbacoa.
Carbón oculto los milenios.

Un diamante, como tú,
es primero oculto,
engendro de la tierra.

Un diamante
no es diamante primero,
es el bostezo del tiempo
del siglo a siglo, del año a año,

del todo a su justo momento.

miércoles, 3 de abril de 2013

Es culpa de los ojos con los que te miro



Detalle de Renoir
Dedicado a la musa de mis poemas, ZENOBIA CAMPUBRÍ, la esposa de otro hombre (si viviera ahora...) de un hombre tan grande, don JUAN RAMÓN JIMENEZ, que me ha levantado las horas sin-sueño y sin-estudio...


Nunca veré nuestra consciencia pura, 
ni el interior clavado de silencio,
ni el verbo que fraguaron los milenios.

Tu siempre vida oculta
pasará ante mí inadvertida.
¿Cuáles son los ojos
con los que Dios te mira?

No veo más que tus cabellos
o la comisura de tus labios.
No veo más que tú sin serlo,
especie de externo camuflado,
nombre irreverente del misterio.

lunes, 1 de abril de 2013

¡Toda la verdad y nada más que la verdad!


Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt 6, 1-4)


Desde la Universidad de Navarra se está dando mucho bombo a algo que empezamos 4 amigos para ayudar a un pobre hombre. Vimos una nota en la que “Antonio”, un padre de familia, tenía graves dificultades para seguir pagando su casa. Dos años en paro, 6 meses de retraso en el alquiler... No sigo porque sino más de uno se pone a llorar. Necesitaban 4000€ para poder seguir luchando un mes más. Y nosotros, que teníamos poco dinero y muchas ganas de ayudar, nos pusimos en contacto con él, vimos que la historia era cierta y empezamos a mendigar en su nombre por todo el campus universitario.


La gente ahora, aunque estoy de vacaciones y me he alejado un poco de todo ese barullo, estará ¡¡superemocionada!!. Más de un chica dirá que somos “muy monos” y alguna se habrá enamorado de mí (por supuesto, la que yo quiero que se enamore de mí seguro que no lo habrá hecho). Y la gente estará deseando de darme cuatro palmaditas en la espalda y todo será supergenial.

Lo siento, pero todo eso me da muchísima pereza...

Sí, he colaborado (menos que mis compañeros) en que un hombre no sea desalojado con toda su familia de su casa. Pero, dejemos las cosas claras, esto ha sido un ataque de sentimentalismo estudiantil. Lo dice uno de los dos cerebros de esta trama. No es crítica, sino autocrítica. Este sentimentalismo estudiantil puede ayudar (o empeorar) la situación. En cualquier caso, hay que tener puesta la mirada en aquellos que se dedican cada día a esa labor social de ayuda. Hay que tener puesta la mirada en Caritas, en ONGs... Nosotros, aunque hemos ayudado, hemos sido más adolescentes que otra cosa. Por eso, me niego a recibir una palmadita en la espalda más.

HEMOS HECHO ALGO BUENO, PERO QUILLO... ¡RELAJA EL PAQUETE!

Además, son cada uno de los estudiantes de la Universidad de Navarra los que han hecho posible esta ayuda. Euro a euro, la esperanza de Antonio y su familia ha sido posible. Hemos ayudado a un amigo, como cada día vosotros ayudáis a vuestros amigos.

domingo, 31 de marzo de 2013

Feliz Pascua de Resurrección



Detalle del Juicio Final (Capilla Sixtina)
Miguel Ángel Buonarroti

Has resucitado por encima de los muertos,
y seguro que se han enamorado 
de tanta Luz los que no viven.
Los sacaste para siempre de sus muertes,
despertaste los silencios ya sellados.
Clavaste de futuro nuestros templos,
fundaste "vuestro" Reino para siempre.

***

Y sin embargo,
entre tanto don que nos has dado,
No veo ni la sombra de vuestros Rostros.
Como Moises, no he visto más que la espalda 
de los tres Nombres Sagrados.
Lo que no eres, Señor,
lo que yo peco,
lo que yo odio,
lo que Tú nunca eres, Señor.

***

Y quemaste nuestros campos de malicias,
los sembraste de nuevo con las malvas
grabadas con tus nombres revelados.
Desde hoy comemos pétalos de rosas,
nos bañamos con tus aguas limpias,
y amamos a los hombres y mujeres que queremos.

¡Somos libres, Señor!

***

¡Pero yo no lo veo!
Veo la destrucción de tu tierra ya salvada.
Como queman con la diplomacia tus honores,
como las chicas me rechazan como a un tonto,
como yo, el supremo ignorante de las cosas sagradas,
me desespero por un grano de arena malformado.

***

Y destruiste los males de su rostro,
los cuernos los cortaste con tus llagas,
sometiste a los demonios al Infierno,
heriste las miserias hacia el siempre.


***

¡Pero yo no lo veo, Señor!
¡Pero yo no lo veo, Señor!

sábado, 30 de marzo de 2013

Quedaba poca harina pero no les faltó pan

El Santo Cura de Ars

Quedaba poca harina para dar pan a todas las huérfanas. Las hermanas estaban como locas, de un lado para otro. ¿Qué haremos?, se decían para sí. La casa “La Providencia”, nacida para las pobres mujeres desamparadas de Ars y los alrededores, ya no podía dispensar esa labor de caridad tan básica: “Dar de comer al hambriento”. Las monjas no sabían que hacer. En la cocina parecía decidirse el destino de todos los siglos. “¡Iremos a preguntarle que hacer a don Juan!”, gritó una novicia.

Don Juan era muy querido en ese pueblo y en toda Francia. Era curioso porque, sin ser un hombre especialmente letrado, su vida de dedicación y de oración en un pueblo de pecadores como era Ars había cautivado a toda la sociedad francesa. Nadie quedaba indiferente ante sus catequesis, ante sus confesiones, ante sus 4 horas de sueño diarias. Nadie sabría, mejor que él, resolver el problema que tenían entre manos. Él había fundado aquella casa. Él sabrá que hacer, pensó la novicia.

Y llegó. Era muy delgado. Sus pómulos, hundidos hasta los huesos, estaban dibujados de la sonrisa con la que se sonríen todas las cosas bellas. Las miró y dijo: “Amasad los panes que podáis con la harina que tenéis y ya veremos lo que hacemos”. Ellas se quedaron calladas y algo decepcionadas. Querían algo más que esa simple respuesta.

Pero se pusieron a ello. Amasaron y amasaron y... ¡amasaron! La poca harina que quedaba daba de sí, de ella sacaban un pan y otro y ¡otro! ¡Era un milagro! ¡10 grandes panes de 20 libras cada uno! Se reían sorprendidas. ¡Un milagro! “¡Avisad a don Juan!”, gritaron. Él vino corriendo, se paró, miró con esa mirada profunda de párroco durante algunos segundos a las hermanas... y dijo: “El buen Dios es muy bueno. Cuida de sus pobres”

viernes, 29 de marzo de 2013

Apostillar para creer

La Santísima Trinidad
Andrei Rubliev

¿Quién es Dios? Y no me vengas a recitarme el Credo ni a enumerarme cuatro hechos. ¿Por qué te fías del Evangelio? ¿Por su autor o por su Auctor? Pero ¿quién es Dios? ¿quién es ese al que le rezas todos los días, al que le pides que la vida te vaya bien, que tu novio o novia te quiera, que tus hijos sean buenos?

Si alguien tiene la Respuesta que me la diga. A esa persona le daré todos mis bienes (que son pocos), le daré mi vida si quiere. Porque hablamos mucho de Cristo, del Padre y del Espíritu Santo y nadie sabe quién es ese que se clavó en el madero por nosotros.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Un secreto



Kandinski y la Armonía del Silencio

¿Te cuento un secreto?
¡Pero prométeme
que no lo contarás
ni a nadie!
¡Qué es muy importante
y si lo saben
podrían reírse de mí!
Aunque la verdad...
¡me importa un comino!

¿Te lo cuento?
Es que es muy fuerte...
No se si decírtelo.
Tiene que ver contigo.

Mejor...
...me callo.
Ya te lo contaré otro día.
Así me guardo el suspense,
que si no te aburres conmigo,
que seguro que crees luego
que no tengo nada interesante
que contarte.


viernes, 22 de marzo de 2013

A la espera

Alegoría de la esperanza
Brüssel Tapisserie
Me espera el viaje por la noche
con los recuerdos de un amor
en las manos escapado.

Me espera el viaje hacia mi casa,
la de todas las cosas mías,
la de todos mis recuerdos 
de niño y hermano e hijo.

Me espera alejarme de la chica
de los sueños no gestados 
todavía.

Me esperas tú, y él, y Él,
y todos los demás junto a la silla.

Me esperan los milenios
ya muertos y venidos.

Me espera la Gran Noche,
y las 3 de la tarde en los eternos.

jueves, 21 de marzo de 2013

No eres el tema del poema



Éxtasis de Santa Teresa
Bernini
No te conozco demasiado
y ya estoy harto de vivir sin tí
Y vivo sin vivir en tí
y no muero porque si no
mi madre me mata. 

Aún así, 
me duelen tus parpados
tus rubios y tus dedos,
porque no los he tocado
y no los he besado.

Y vivo sin vivir en mí,
porque no te veo
con los ojos que Dios te mira,
con los párpados que hieren
la existencia de tu aliento.

Y vivo sin vivir en tí,
ni en mí, ni en Él,
porque los silencios
(prolongados al compás de tu rostro pequeño)
no suenan de milenios.

martes, 12 de marzo de 2013

Bendita la bebida que alegra el corazón del hombre (Sal 104, 15)



El alcohol hay que disfrutarlo. Una copa de vino, una cerveza o un Gin-Tonic puede contribuir a la mejora de nuestra vida, a alegrarnos el corazón. Sin embargo, parece que este bien no importa, pues cierta moral nos dice que el alcohol es malo. La experiencia parece decirnos que lo digno de elogio es el estar enteramente sobrio. Nos bombardean en los telediarios con que el alcohol es una bebida malvada. En Inglaterra, las tasas sobre el alcohol se llaman las “tasas sobre el pecado”. Y nosotros, que se supone que somos más liberales, lo pensamos así también. Hemos sido educados en la moralidad más rígida posible. El puritanismo laico, en su necesidad de inventar pecados sociales, ha demonizado el alcohol. Eso ha influido mucho en nuestra generación y, sobre todo, en aquellos que vivimos en ambientes cristianos.

Parece que no es así en ciertos ambientes como la Universidad de Navarra, porque sus estudiantes van a emborracharse cuando salen de fiesta los fines de semana. Los “buenos chicos” de la universidad piensan que la sobriedad es aburrida y, además, piensan que beber bien es tomarse una “copita de vino”. Desconocen el don de la ebriedad del que hablaba Claudio Rodríguez, y desde luego no han leído ni una página de Chesterton. Cuando empiezan a beber un poco más de la cuenta y se notan flotar sobre la pista de baile de Marengo, se sienten fracasados. Beben porque la vida no da para mucho más. “Somos malos, somos pecadores, no podemos cumplir lo perfecto de nuestras asfixiantes normas morales”. El alcohol, que es lo más sano del mundo, en sus borracheras voluntarias se ha convertido en el pozo de muchos jóvenes.

Creo que el botellón tiene mucho de eso: de perfeccionismo moral. Si para tí portarse bien solo es posible en casa, al lado de mamá, junto a tu esposa o novia, bebiendo Coca-Cola Light, cuando toca divertirse no sabes hacerlo. El bien parece aburrido y doloroso. Además, nos creemos que cualquier mal nos hace malvados por entero y, si eso es así, ¿qué nos impide tirar nuestra vida por la borda, si lo único que nos interesa, a muchos de los jóvenes de hoy, es ser personas impecables? Así, el botellón es una especie de contra-terapia de grupo, una especie de huida de la moral que nos asfixia. El alcohol es malo, pero como mi vida es una mierda, me emborracho. ¡Cómo si salir de fiesta fuera malo y beber vino fuera aún peor?

¿Imagináis a los monjes medievales, que preparaban los jugosos licores y bebidas alcohólicas que hoy disfrutamos, como pervertidos traficantes del vicio? El alcohol, en la mayoría de sus modalidades, está para disfrutarlo, para que a veces nos pasemos de la raya. Los medievales ya lo decían: hay que beber “usque ad hilaritatem” (hasta la hilaridad). Es cierto que mejor no llegar al punto del “usque ad cogorcitatem”, es decir, “hasta revolcarse por el suelo sobre un charco de vino” pero, si pasa, ¡no hay que desesperarse! ¿Vamos a vivir resentidos por una cogorza escandalosa?

Beber despreocupadamente es uno de los grandes retos que tiene la juventud moderna: beber sin pensar que su vida no tiene sentido, beber sin ocultar sus inseguridades en una discoteca, beber sin silencios interiores que les abrase. Beber, sobre todo, al estilo de las tabernas británicas: bailando, brindando y cantando.

Muchos, después de leer esto, dirán que soy un progresista o un liberal. Espero que no sea así, pues mantengo todo esto desde la doctrina cristiana. Más bien, si acaso, seré un hereje.