viernes, 8 de febrero de 2013

Apuntes teológicos para gente normal

Fresco que representa la celebración de la
Eucaristía por parte de los primeros cristianos.

El amor divino es impresionante. Dios, al que le corresponde su existencia perfecta por derecho propio, el que no necesita más que de sí mismo, el que no necesita más que de su Trinidad para sentirse acompañado, es capaz de darlo todo por las criaturas. ¿Quién llamó a Dios a meterse en el lío de crear a las criaturas libres? Les digo el porqué: porque le dió la gana de que pudiéramos ser felices. Cuando un hombre tiene todo lo que necesita, se pone a descansar. Dios, sin embargo, se puso a trabajar desde el primer momento. No necesita crearnos (o fastidiarnos) para divertirse o para pasar su eternidad entretenido. Nuestra felicidad es la razón de su acto creador. Que yo, con mis defectos y mis virtudes, me salve, es lo único que le preocupa.

Muchas veces hemos pensado que Dios es una especie de juez combativo del mal, que cuando cometemos un pecado, mira con ojos de cólera. Eso es falso. Tampoco mira mejor a un hombre bueno por el hecho de ser "buenecito". Si por eso fuera, a Dios le importaría un bledo el Universo. ¿Qué gana Él con la bondad de un hombre? Si prefiere la virtud de un hombre antes que su defecto es por la felicidad del tío en cuestión. Una pareja no ha de vivir el sexo después del matrimonio porque ese bien se disfruta mejor dentro de un contexto sacramental y no por leyes absurdas. Lo interesante del bien no es hacer esto o lo otro, sino más bien que, en la medida de nuestra llamada, de nuestro contexto, digamos sí a Dios y por lo tanto, digamos sí a la propia felicidad que está en Él. Tomándote una gordal, una copa de vino, estudiando, siendo monje, sacerdote o político, madre de tres hijos, rehabilitado de la drogadicción, pobre, mendigo o médico, se puede ser grato a los ojos de Dios.

Un ejemplo es el de la Virgen María, que siendo una mujer humilde de Nazaret, haciendo de buena madre de un hombre, que resultó ser Dios, ganó la condición de Reina de todo lo Creado. No le importa a Dios que lo que hagas sea más grande o menos grande. Ante Dios todos los hombres son iguales en sus condiciones monetarias, políticas o sociales. Solo importa la capacidad de hacer con tu vida un gran sí. Porque a Dios le interesan poco las grandes empresas humanas. De cada cosa pequeña puede sacar la evangelización del mundo entero. De cada vida humilde puede sacar la riqueza de los pobres. De cada silencio puede sacarte una sonrisa.