¿Creéis en Dios? Escuchadle. Está en
los arroyos de excrementos en las ciudades, en los bajos fondos,
donde los niños comercian con la droga de sus padres, en la mente de
los locos, de los depresivos, de los ansiosos y los enfermos. Allí
está Dios. Hay quienes piensan que esta es la demostración por la
cual Dios no existe. Esos son los que no han mirado cara a cara al
dolor. Les ha apuñalado, les ha arrebatado un ser querido... pero no
lo han mirado cara a cara. Cuando miras al dolor cara a cara, al Mal,
ves en sus pupilas, en el fondo negro sobre fondo negro un pequeño
resplandor. No es físico. No soy tonto. Se que el dolor no tiene un
rostro material. Me refiero a esos ojos que se muestran cuando la
carga del dolor es tan insoportable que queda solo la muerte o un
milagro. Pocos a pasado por ahí. Cuando te encuentras con ese rostro
de mala muerte, con Satanás en persona, con tu propia miseria y los
gusanos comiéndote el estómago y la cabeza... solo ahí puedes ver
el resplandor del que te hablo. Yo lo vi una vez. La pupila era
negra, negra, negra. Es negra todavía a ratos. Pero había un
resplandor. Ese brillo refulgente era Dios. Y no magia. Y no un
milagro. Mi milagro. Dios en la mierda de los hombres, la última
salida antes de caer por una autopista que no está terminada.
“Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza”
domingo, 23 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Diamante
La mano de Dios Auguste René Rodin |
Un diamante, si es diamante,
antes de serlo no puede parecerlo.
Un diamante, como tú,
no es diamante primero,
pues las cosas que empiezan bellas
terminan al horror de la vejez.
Un diamante, como tú,
es carbón por fuera,
negro y de tierra,
regalo roto de los reyes.
Ni carbón dulce,
ni carbón de barbacoa.
Carbón oculto los milenios.
Un diamante, como tú,
es primero oculto,
engendro de la tierra.
Un diamante
no es diamante primero,
es el bostezo del tiempo
del siglo a siglo, del año a año,
del todo a su justo momento.
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