Mujer frente al mar-1966- Joan Sandalinas |
El mar se presentaba ante sus ojos de azul pequeño, muy
pequeño. El oro y la plata estaban deslucidos por una noche sin luna en aquel
mar con final en un horizonte que parecía muro.
Y ella miraba hacia ese finito que no era más que curva sin dejar de mirar
el sonido del mar y oír el color de las olas que rompían con la orilla. Sentía
el tópico literario en sus rodillas, como un aliento de arena y sal que
produjeron en su cuello un escalofrío. Sonrió con aquellas mejillas rosadas por
la brisa y sol veraniego. Su camisa blanca y su sujetador daban un aspecto
sensual a un cuerpo que no cesaba de ser acariciado por el viento, y por sus
dedos. Cada segundo recorría cada trozo de su brazo como esperando a alguien
que la abrazara. En medio de aquella solitaria noche, el mar seguía rugiendo (o
roncaba). El pueblo a las espaldas de ella se apagaba poco a poco. Aparecía
algún policía por la playa comprobando que ningún rezagado acampara en la
arena. Y ella ignoraba el ruido del motor. Seguía hablando con el mar, como si
rezara con un dios. Miraba inyectada en silencio. La comisura de sus labios
estaba sellada por algo de maquillaje. Y la noche se cerraba. Ronquido a
ronquido, el mar se la iba comiendo. La marea subía y ella seguía rezando a
aquel dios asesino de sal y de arena, boca de marisco y lengua de oro y plata
apagada por la luna nueva.
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