viernes, 23 de marzo de 2012

La mujer tragada por la boca de marisco


Mujer frente al mar-1966- Joan Sandalinas 
 
El mar se presentaba ante sus ojos de azul pequeño, muy pequeño. El oro y la plata estaban deslucidos por una noche sin luna en aquel mar con final en un horizonte que parecía muro.  Y ella miraba hacia ese finito que no era más que curva sin dejar de mirar el sonido del mar y oír el color de las olas que rompían con la orilla. Sentía el tópico literario en sus rodillas, como un aliento de arena y sal que produjeron en su cuello un escalofrío. Sonrió con aquellas mejillas rosadas por la brisa y sol veraniego. Su camisa blanca y su sujetador daban un aspecto sensual a un cuerpo que no cesaba de ser acariciado por el viento, y por sus dedos. Cada segundo recorría cada trozo de su brazo como esperando a alguien que la abrazara. En medio de aquella solitaria noche, el mar seguía rugiendo (o roncaba). El pueblo a las espaldas de ella se apagaba poco a poco. Aparecía algún policía por la playa comprobando que ningún rezagado acampara en la arena. Y ella ignoraba el ruido del motor. Seguía hablando con el mar, como si rezara con un dios. Miraba inyectada en silencio. La comisura de sus labios estaba sellada por algo de maquillaje. Y la noche se cerraba. Ronquido a ronquido, el mar se la iba comiendo. La marea subía y ella seguía rezando a aquel dios asesino de sal y de arena, boca de marisco y lengua de oro y plata apagada por la luna nueva.

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