Mario
Iceta, obispo de Bilbao, ha estado hoy en la hora del almuerzo con los
residentes de Torre I. Es el segundo obispo más joven de España y renunció a su
prometedora carrera como traumatólogo y a una relación de tres años con una
chica por ser sacerdote. Un hombre que derrocha sencillez. Entre risas nos ha
hablado de su vocación, de su labor como pastor de la Iglesia bilbaína y de su
vida cristiana en general.
De las cosas comentó habría que destacar
el énfasis que ha puesto sobre la necesidad de ser testigo, de dar
testimonio con la propia vida de lo grandioso que es el mensaje de nuestra fe
para poder evangelizar. Insistió varias veces en lo fundamental del vivir
el ejemplo de Cristo en una comunidad cristiana, con jóvenes, sin obsesionarse
en los modos de vivir esa fe (el Opus Dei, los Focolares, Camino
Neocatecumenal...) y poniendo todo esfuerzo en convertirse por dentro y
colaborar con la diócesis, con los sacerdotes, para que haya frutos. No es
necesario, decía, irse a Kenia porque evangelizar en Bilbao es
más difícil. En medio de un mensaje realista, también animó a pedir
cuentas a Dios sobre lo que quiere para nosotros en la vida personal. "Dios
nos quiere felices, esa es la vocación universal de todo cristiano. Cuando
uno siente la vocación concreta tiene miedo, ese es el primer síntoma. A pesar
de todo, saber que Dios solo quiere lo mejor para nosotros nos tiene que animar
a rezar y tratar con él", comentaba.
Una tertulia muy agradable donde los
residentes se han reído mucho a la vez que han oído muchos temas de importancia
capital en la Iglesia
como la llamada a la vida sacerdotal. Una personalidad que ha cautivado a los
presentes por su sencillez y su testimonio vital.
Vaya, hombre. Y yo que siempre me había creído eso de que Dios está en todas partes pero despacha desde Bilbao. Je, je....
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