domingo, 23 de junio de 2013

Una confesión en prosa poética (I)

¿Creéis en Dios? Escuchadle. Está en los arroyos de excrementos en las ciudades, en los bajos fondos, donde los niños comercian con la droga de sus padres, en la mente de los locos, de los depresivos, de los ansiosos y los enfermos. Allí está Dios. Hay quienes piensan que esta es la demostración por la cual Dios no existe. Esos son los que no han mirado cara a cara al dolor. Les ha apuñalado, les ha arrebatado un ser querido... pero no lo han mirado cara a cara. Cuando miras al dolor cara a cara, al Mal, ves en sus pupilas, en el fondo negro sobre fondo negro un pequeño resplandor. No es físico. No soy tonto. Se que el dolor no tiene un rostro material. Me refiero a esos ojos que se muestran cuando la carga del dolor es tan insoportable que queda solo la muerte o un milagro. Pocos a pasado por ahí. Cuando te encuentras con ese rostro de mala muerte, con Satanás en persona, con tu propia miseria y los gusanos comiéndote el estómago y la cabeza... solo ahí puedes ver el resplandor del que te hablo. Yo lo vi una vez. La pupila era negra, negra, negra. Es negra todavía a ratos. Pero había un resplandor. Ese brillo refulgente era Dios. Y no magia. Y no un milagro. Mi milagro. Dios en la mierda de los hombres, la última salida antes de caer por una autopista que no está terminada.  

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