viernes, 12 de julio de 2013

Hay cerdos en Pamplona...

Los casos de abusos sexuales en las Fiestas de San Fermín están en boca ahora de todo el mundo. Mujeres que en los hombros de algún amigo (o novio) se ven asaltadas por una marabunta de animales con forma humana tocando lo que no es muy recomendable tocar, al menos, en público. No voy a entrar en la polémica sobre si fue un acto voluntario o no de las mujeres. A mi, aunque parezca menos importante para muchos, lo que me preocupa es el buen nombre de San Fermín.

Fermín de Amiens fue un mártir que perdió su cabeza (literalmente) por predicar a Dios a muchos hombres. ¿Y dedicamos su fiesta a la asquerosa bacanal? Los hombres bebiendo como cosacos, sin la medida de una borrachera santa, propia de católicos. Los hombres bebiendo para invitar a las mujeres a ser tocadas, a ser vejadas, a ser sacrificadas a San Fermín. San Fermín, un santo católico que rechazó el paganismo, ahora se ve como el centro de una fiesta pagana más en la piel de toro. Y habrá todavía gente que se dedica a rezar en las iglesias a San Fermín en este tiempo tan oscuro. En ellos está la esperanza de Pamplona.


Y no digo que en los sanfermines no haya que beber, no haya que bailar y no haya que correr delante del bravo toro. No digo que no haya que pasarse un pueblo o dos. Lo que digo es que entre una fiesta un poco desmadrada, y el desmadre de mujeres en bolas hay mucho. Y seguro que a Dios no le gusta mucho todo este royo de pornografía pública. Seguro que perdona continuamente pero nos mira con mucha pena, viendo como profanamos el nombre de un Santo, el nombre de uno que murió con Él y compartió con Él la cruz bendita.

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