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Escudo del pontificado de Benedicto XVI |
Prometí a los tuiteros y bloggeros que me leyeron, exponer cual serían las bases del proyecto político que defiendo y eso voy a hacer. Con qué podríamos titularlo es más complicado. Tradicionalismo político lo llaman algunos, carlismo en nuestro país, miguelismo en Portugal... Yo prefiero, tal y como dice el lema del pontificado de Benedicto XVI, llamarme a mi mismo cooperador de la Verdad, sin más añadidos. En cualquier caso podría decirse que soy tradicionalista, aunque yo creo que es algo no tanto ligado a las tradiciones como al sentido común y a la evolución normal de las sociedades. Para mí el liberalismo y las demás corrientes ilustradas han sido simplemente un sueño que se ha convertido en pesadilla al descubrir que es imposible su realización. Pero dejando estos preámbulos, te contaré algunos principios que creo básicos para conformar una sociedad constructiva y real:
Creo, como dice Lewis en "Mero Cristianismo", que hay unas leyes de decencia humana universales. Matar, robar, engañar... son conductas que no son válidas, que no son aceptadas por nadie en su sano juicio. El hombre de manera natural confía en una serie de conductas que identifica con el concepto de bien, por lo menos intelectualmente, ya que después la práctica es algo más complicado.
Esta legalidad no escrita está en la ética básica de todos los hombres. Esa ley natural ha de estar propuesta como base de la ley. Las leyes humanas han de encontrar su savia en la moral universal y no en la conveniencia según las circunstancias. Para eso se necesita creer que somos criaturas y no dioses.
En segundo lugar, creo que los hombres no funcionan por sueños intelectuales. Eso lo podrá hacer una élite con delirios políticos, pero la sociedad funciona por realidades como el pan, el consuelo, la familia... La razón en su faceta más sentimental y sencilla es lo que mueve a la mayoría de las voluntades humanas. La gente en gran parte de los casos no hace el mal por crueldad, sino por debilidad. Para suplir estas debilidades, hemos de proponer un sistema realista en el que se aúnen los proyectos personales del pueblo, sabiendo que este puede decidir su futuro, pero también que no es capaz por entero de dirigir un país. Eso lo hace un equipo de gobierno, estable, por supuesto que sometido a la ley natural y que sea capaz de engrandecer la patria que dirige. El pueblo elige a un líder, pero es absurdo cambiarlo periódicamente. Un gobierno ha de ser depuesto cuando no funciona o incumple las exigencias éticas de su posición. Liderazgo requiere el concepto de continuidad. Sobre esto hablaré en otra entrada.
Y por último, creo que las sociedades no han de buscar los grandes cambios en lo general sino en el vivir conforme a las propias tradiciones, formas de organización... y a la vez confiando en una dirección competente. Parece un poco irreal, pero para eso están las Cortes, el activismo político, las protestas... Un gobierno que no escucha a su pueblo pierde su legitimidad por mal oficio de sus obligaciones.
No hace falta grandes revoluciones ni grandes cambios. Simplemente buscar esa ley natural inscrita en todos los hombres, respetar las propias tradiciones y encomendar un liderazgo de estabilidad a un gobierno competente. Si andamos mudando de moral, de legalidad básica, de gobierno... ¿qué puede construirse en cuatro años? Para el progreso, y perdone la redundancia, hace falta progresión, no rotura.