viernes, 6 de enero de 2012

Me han traido...


El día de reyes ha sido siempre para mí algo mágico. Incluso hoy, cuando sé que la magia no es más que ilusión. Las noches las pasaba despierto. Me costaba muchísimo dormir. Temía levantarme de la cama porque mis padres me decían que si iba a buscarles al salón, donde dejaban sus regalos, desaparecerían y no me dejarían nada. Mientras ellos lo preparaban decorándolos con globos y caramelos. Recuerdo como cada 6 de enero iba al dormitorio de mis padres a las 7 de la mañana y junto a mi hermano les pedía permiso para bajar. Y ellos me decían que durmiera un poco más, que todavía era pronto. Mi hermano, que ya sabía de sobra tras 7 años más de experiencia, que los regalos lo habían puesto mis padres. Pero seguía manteniendo su emoción. Daba igual lo que hubiera tras esa doble puerta y esa oscuridad preparada para aumentar el misterio. Lo que hubiera, decorado como estaba de color, sería impresionante.

Después de ver los regalos, que fueron cambiando con los años, nos vestíamos para ir a casa de mi abuela Elvira a ver los regalos que nos habían dejado allí. Siempre eran detalles austeros que nos hacían mucha ilusión. Sus 15 nietos revoloteando por allí. Besos a mansalva tras meses sin vernos por el trajineo de nuestras vidas. Las peleas familiares ni siquiera en ese entonces se dejaban atrás aunque sí se disimulaban. Después íbamos en coche hacia casa de mis abuelos paternos y de mi tía Amparo y algunos regalos más nos esperaban. Mi abuelo Juan me regalaba siempre un coche teledirigido. Al principio me hacía mucha ilusión. Llegue a acumular montones. Después, cuando fui creciendo, mi padre tuvo que decirle que no me los regalara más, que ya era mayor para esas cosas.

La tarde del 6 de enero siempre era impresionante. Jugaba con todos los juguetes, incluso con los juegos de mesa que nunca más utilizaría ya que no había tiempo para momentos familiares en aquella época con los que divertirse de aquella manera. A pesar de saberlo me divertía hasta que por la noche acababa rendido.

Un año, a mitad de abril, llegó un paquete a mi casa. Yo ya no creía en los Reyes Magos. En mi casa no había ni una pizca de dinero. Y con una carta dirigida a mí, los Magos de Oriente me decían que por portarme también en aquel año, me regalaban un patinete fuera del tiempo de trabajo que tenían normalmente. Fue algo que ha quedado grabado en mi memoria. Desde entonces me he quedado en vilo. Mis padres no fueron. Hoy de nuevo se lo he preguntado tanto a ellos como a mi hermano y me han dicho que no saben nada. Podría ser que me lo hubiera regalado la exmujer de mi tío Josemaría. Ella nos lo ha negado miles de veces.

Ante esto siempre me he preguntado ¿Existirán de verdad los Reyes Magos? Os dejo a vosotros la respuesta.

2 comentarios:

  1. No me cabe duda de que existen los Reyes Magos. Es cierto que todavía hay algunos incrédulos, pero en mi opinión no deben ser tenidos en cuenta.

    ResponderEliminar
  2. Claro que sí. Lo que pasa que son más exigente de lo que nos dicen. A mi solo me regalaron una vez regalos. El resto de los años les ha bastado la gracia.

    Un abrazo Alonso y gracias por pasarte por aquí.

    ResponderEliminar